28 ago 2007

A la muerte de Don Francisco Umbral

Si hubiéramos sabido que la muerte era eso,
si hubiéramos jugado pasando menos turnos,
se habría evadido el sabor de cada beso
y ya no brillarían los metales nocturnos.

En el café Gijón queda una silla viuda,
y novelas de mil versos en la esquina de la mesa.
Las putas de Aviñón, que van de luto y no desnudas,
se sueñan que Picasso y don Francisco aún las besan.

Las vírgenes hoy lloran lágrimas de porcelana,
Alma Mahler delinea un Giocondo en Poesía
deshaciendo en trazos rosas la luz de la ventana.
Siglo XX que te has ido, él aún te pertenecía.

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