A los niños de Gaza. A las mujeres de Gaza.
A los ancianos de Gaza. A los hombres de Gaza.
Suena un golpe.
Azrael no tiene alas y un cielo descuidado cae a pulso sobre el barrio;
es la hora de Israfil.
Contenemos la respiración y contamos:
Wahid, Iznaan, Zalaaza, Arba'a, Jamsa.
El mundo acaba y algo duro se estrella contra el suelo.
Mana la sangre mientras llueven exclamaciones e interrogantes.
¿Acaso soy invisible?
¿No escuchas mi miedo? ¿No sientes mi terror?
Hace años yo soñaba, y ahora hasta los sueños nos quitaron,
los redujeron a escombros
a fuego,
a humo,
a aire,
a nada.
Mi piedra es terrorista y tu tanque es libertario.
¿Y mis sueños? ¿Qué eran mis sueños?
Ya nadie los recuerda.
Tú construiste los muros mientras llorábamos el foso,
y aprendíamos que hay niños que valen más que otros.
¿Cómo puedes bañarte en el agua que nos robas?
Esta noche dormiré entre los cascotes
y tus sábanas, manchadas de mi sangre,
no tendrán memoria de lo que destiñen.
Solo del Este llegan caricias,
tu muro es el silencio hasta que algo se nos rompe
y vuelves
a decirnos
que somos los malos.
Ahora todos tienen miedo.