Camino entre las sombras del pasillo
dañado por cada ojo que me mira,
al fondo aguarda, tétrica, mi pira,
danzando con su vil y mortal brillo.
Se escucha, tras de mí, que cae un anillo,
mi orgullo, vuelto daga, no se gira,
las voces del pasado son mentira
silencio por doquier por más que chillo.
Los cuadros, al mirar, me dan de lado:
El bardo, el escritor, el sonetista...
no hay uno que no quiera verme lejos.
Hundido en el pasar de mi pasado,
herido en el reloj que se me enquista,
recorro el corredor de los espejos.