Se enquista en mi palabra el trampantojo
de hacer rimar tu rosa con mi cana,
y guardo el verso para que mañana
lo leas o lo olvides a tu antojo.
Te quiero y lo confieso sin sonrojo,
tejiéndote el soneto que se hilvana
trenzado a los acordes de una nana
que acune así a la niña de mi ojo.
Me arropo con tu sueño y con mi frío
las noches que me acuesto en el baldío
que aleja mis memorias de tu infancia.
Despierto y sobrevivo porque espero
vencer y deshacer el aguacero
que cae sobre el papel de esta distancia.