Han caído las hojas,
como en una lluvia desapasionada,
sobre mi suelo cubierto de papeles.
Encuentro en ellos mil palabras
y no reconozco que sean mías;
será que te pertenecen,
que vienen a partes iguales
de mis recuerdos
y de tu sombra.
En este encierro abrumador,
donde no hay mares de cerveza
en los que zambullirnos sin pecado,
me faltan tus risas
y esa mirada cómplice.
Me faltan tus manos
y mi alegría.
Estoy harto de sentirte lejos,
de que solo me abracen las paredes,
Estoy harto del destino implacable,
de este hueco vacío en el sofá,
De esta nada inapelable entre mis dedos.
Cuánto hieren algunos recuerdos irrepetibles,
cuánto duele esta distancia indescifrable.
Cuanto quiero en esta cárcel desoladora
es cumplir mi condena entre tus brazos.