Una nube de cristales devora el horizonte,
donde las gotas de lluvia juegan a no caer.
Se ríe el polvo de mi sombra
Y en un rincón,
Pudorosa,
Se desnuda la Oscuridad.
Los azulejos descastados besan una lágrima
Tierna,
Dulce,
Muerta,
Y pisadas de ningún pie truenan en el pasillo,
Entrando con la puerta cerrada
A visitarme con sus crisantemos.
Anoche la Luna me arañó en la espalda
Y no sentí nada,
Ni tan siquiera el dolor
De olvidarme del dolor.
Me hundo en la verdad inhumana del espejo.
Aúllo,
dejo que los lobos me atrapen,
Y ya nadie puede salvarme de mí mismo.