Cielos de lunaplata
y seda en rama.
En cada azotea, cien agujas de coser,
que desgarran los harapos
de la asceta oscuridad.
Ha quedado la noche,
llorando y en andrajos,
latiendo lentamente
bajo las costras de mi piel.
Y se escucha un sístole blasfemo,
y un diástole que vende a mano alzada
el color de sombras de los cielos
que nunca quisieron tener amo.
Cielos de noche platinoche
y de pelaje y crin de toro bravo.
Las antenas del tejado no tejieron ningún sueño,
ni luceros a jirones,
en colchones de alcanfor.
Dejaron solamente en una nube
(neblina de vapor de vino tinto)
bordado tu nombre con el humo
que vivía ensuciando mis pulmones,
los mismos que gritaron en la noche
maldiciendo el corazón de tantos cielos.
Cielos de negras nubes
y vapor de agua.
Antes de que acudan nubarrones
y devoren la luna de oro y plata,
subiré a lo más alto de las torres
y amasaré en el cuenco de mis manos
el pedazo más enorme que me quepa
de esta noche de luna en celo
y seda en rama.
Para que no venga luego el firmamento
a teñirse de color de burocracia,
y me quede sin mi cielo de alma-luna
y noche en rama.
3 comentarios:
Tiene un sabor a Macondo tu poema...
Ceci
Precioso final. No soy muy entendida, tal vez un poco pedante. Pero tienes toque antiguo de Lorca ( sobre todo en ese final) y de poeta urbano como considero a tu amado Sabina. Un beso Caronte. Genial.
Hermoso!...En el mundo aún quedan soñadores...Esa luna, argamasa celestial en tus manos, deja que ilumine la noche un poco más, por favor. Que jamás el firmamento se tiña de color burocracia. Que jamás se deslía el toque que le impregnes.
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