Es una noche de esas oscuras en que todos los colores funden a negro, a la hora en que el viento cuenta cuentos entre las hojas dormidas de los sauces y la ropa tirada por la habitación juega a dibujar siluetas de soldados mutilados que se arrastran bajo la lluvia. Los relojes tal vez no hayan muerto todavía, pero están, como mínimo, todos ellos en coma.
Si me esfuerzo, quizás pueda desentrañar en el silencio todas las voces de la ciudad, arrimadas en el rincón de lo indeseable. Si me esfuerzo.
La luna ya no está allá arriba, ha entrado en mi habitación, me ha robado el sueño sin que me entere y ahora huye hacia la frontera en un "Cadillac" morado. Si nadie la detiene, tal vez coja un avión de luz hasta París.
101.400 hadas desbaratan la quietud de mi madrugada sobre la almohada azul, susurran en raros idiomas y se ríen de las motas de polvo que se rompen sobre mi cuerpo dejando una estela de alperchín exánime en mi piel.
Si me esfuerzo, quizás pueda atrapar una con la yema de los dedos y obligarla a que me cuente los secretos de las nubes de tabaco. Si me esfuerzo.
Los números avanzan lentamente, como en una procesión solemne o el entierro de mis sueños, convirtiendo los minutos en medusas peligrosas que me rodean en este océano discreto de la noche entre paredes.
Si me esfuerzo, quizás pueda atracar en un nuevo día con mi sonrisa de náufrago hecha jirones. Si me esfuerzo. Sólo si me esfuerzo.
1 comentario:
Usualmente leo entre las sombras, maravillandome con la inspiración que cae en tí y transformas en letras para que podamos disfrutarla. Me encantó esta entrada. Muchas gracias por compartirla. Un abrazo.
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