Me gusta que mis manos se junten en tu vientre,
que exploren mansamente la herida de la vida,
Y,
quizás,
que arranquen un estremecimiento involuntario,
Un seísmo diminuto
de tierra tibia y afrutada.
Me gusta que mis labios se duerman en tu pelo,
Hundirme en esa selva de sueños presurosos,
Y oír el eco falso de mi palabra favorita.
Me gusta vestirme de tu sombra
Cuando cae la madrugada,
Cubrirte como un manto de roca y terciopelo,
Robarte los instantes más tuyos e inocentes,
Y amanecer a cada rato olvidándome del alba.
Me gusta darte aliento,
Compartir cada latido,
Besarte mientras duermes
Y que tú, que aún no lo sabes,
Sonrías en tus sueños.
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