A la sombra de una higuera,
con ingrávida esperanza,
plantaré todos mis versos.
Y que la herida del viento no sangre sobre ellos,
y se imbuyan de la noche envilecida y descarnada
aunque nazcan condenados y torcidos.
Hijos de la mala sombra
y el veneno de la tierra,
dolorosos y malditos.
Plantaré mis versos
para que sean ellos quienes con su grito desgarrado
me desvelen en la insomne crueldad de los relojes.
Para que ellos sean mi estruendosa madrugada.
Los plantaré
a la sombra de una higuera
para verlos crecer.