Necesítame para un instante.
Un suspiro apenas.
Para desenderezarte las ventanas,
para leerte un poema a medias,
o ayudarte a buscarle el fondo a los vasos.
Necesítame para una entrada
o para una salida,
para un cupo
o una explicación.
Pero no me necesites en tu vida.
Hemos llegado hasta aquí,
ya con demasiados años a la espalda,
como dos aves de distintos hemisferios
sin cruzar jamás los vuelos,
sin siquiera conocernos.
Sin necesitarnos.
¿Acaso no podrían volver a separarse
nuestros caminos?
¿Qué sería de tu necesidad
si el invierno me reclama en las Maldivas?
No me necesites
con esa ansiedad egoísta
que las flores confunden con amor.
Porque no nací para completarte,
sino para complementarte.
No para ser tu todo,
sino para hacer un todo entre los dos.
Puedes seguir tu senda sin mí.
y yo sin ti.
Pero ambos sabemos que es mejor
(solo mejor, no imprescindible)
cuando caminamos juntos.
No nos faltará el aire en la lejanía,
ni el agua ni el sustento.
Sí lo harán las risas, y las caricias,
y los manantiales de filosofía.
Vente a mi lado.
No porque me necesites.
Sino porque me quieres.
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