Otra vez me sorprendió la madrugada
pintándole bellotas a los versos
a la hora en que naufragan en la nada
los unos tan binarios de los ceros.
Y me queda la hipocresía de las copas,
las burbujas sugerentes de mi cava,
el calor de una estufa que me arropa
en esta noche platinoche que no acaba.
Y los restos de una cena sin familia,
las colillas de la escueta luna llena,
las heridas de este cuerpo sin caricias,
las espaldas de la ingrata Nochebuena,
esa lágrima que emborrona el baricentro
de la sonrisa que fingen los pesebres,
las gaviotas que huyen al encuentro
del agosto de las tiendas en diciembre,
El rumor tan solapado de los trenes,
las bebidas que olvidaron mi cabeza,
los abetos, los regalos, los belenes,
las mentiras. Perdón por la tristeza.
PD: Felices fiestas a todos...
25 dic 2007
24 dic 2007
Tic-tac-tic (Paranoia nº5)
Tic-tac-tic...
Tic-tac-tic… el reloj está cojo de la manecilla de las horas y me interrumpe en mi letargo diario. Tic-tac-tic… trato de dormirme esperando el segundo “tac” pero, para cuando cierro los ojos, el “tic” ha regresado y me despierta.
En fin… tú ganas, reloj, no dormiré. Pero los sueños no me los quitas. Ni los recuerdos tampoco.
Tic-tac-tic… Sus caderas apuntaban al mediodía y mi mano hacía sombra sobre su cintura. Dos lenguas (sin idiomas, sin maestros, sin carrera), hablaban de silencios escarlata, en un lenguaje de labios hecho para ciegos, y hasta las farolas se asomaban tras la esquina para escudriñar en nuestro beso. Los semáforos más altos, inclinados sobre nosotros, me guiñaban con complicidad sus luces ámbar y yo me emborraché de la calidez de su cuerpo. Luego, con su mano, me dijo adiós. ¡Cómo se agria la saliva sobre los labios cuando sabe a despedida!
Tic-tac-tic… Las oraciones yuxtapuestas se derretían sobre la pizarra y el boli “Bic” derrapaba en la curva de una uve minúscula. En mi mente, la mano de Luis Royo dibujaba a la mujer perfecta, y lo hacía de espaldas a mí, para que no me enamorara de los ojos de mi propia quimera. Sólo permanecía en mis retinas esa zona entre la nuca y los hombros, allí donde cabe exacto el cuenco de los besos. Nada más allá. ¡Qué triste parece la tinta cuando no sabe pintar sueños!
Tic-tac-tic… Nuestras pieles eran sinfonía de caballos sobre la playa. Galope de dedos traviesos, chapoteo de mares tormentosos, latir endemoniado de dos corazones como olas. “No hay nada que ver aquí”, tiranizaban mis párpados al paisaje, y me quedaba la piel para sentirla estremecerse bajo mi luna desastrada. El sudor llevaba en su sabor el susurro de sangre entrometida, las caricias que sobraban, los besos evadidos de la boca, el sentir de dos estatuas que temblaban. ¡Qué dulces parecen los besos de un orgasmo compartido!
Tic-tac-tic… En mi cama, abandonado al tiempo más caprichoso, desvencijado, envejeciendo, desnudo y erecto, los ojos cerrados al mundo, el corazón envuelto en papel de “Albal” y la puerta de la habitación oscilando entre la bruma y la tiniebla, recordaba cada luna que mis dedos se bebieron. No eran muchas. Descolgué de la pared una historia que me buscaba, y la tiré arrugada a la papelera para que no me persiguiera más. Así pude quedarme al amparo de un silencio disfrazado del rebramar de un reloj cojo de la manecilla de las horas.
Un reloj digital que, finalmente, me dejó dormir mientras repetía “Tic-tac-tic”.
“tii-tii-tii”.
Tic-tac-tic… el reloj está cojo de la manecilla de las horas y me interrumpe en mi letargo diario. Tic-tac-tic… trato de dormirme esperando el segundo “tac” pero, para cuando cierro los ojos, el “tic” ha regresado y me despierta.
En fin… tú ganas, reloj, no dormiré. Pero los sueños no me los quitas. Ni los recuerdos tampoco.
Tic-tac-tic… Sus caderas apuntaban al mediodía y mi mano hacía sombra sobre su cintura. Dos lenguas (sin idiomas, sin maestros, sin carrera), hablaban de silencios escarlata, en un lenguaje de labios hecho para ciegos, y hasta las farolas se asomaban tras la esquina para escudriñar en nuestro beso. Los semáforos más altos, inclinados sobre nosotros, me guiñaban con complicidad sus luces ámbar y yo me emborraché de la calidez de su cuerpo. Luego, con su mano, me dijo adiós. ¡Cómo se agria la saliva sobre los labios cuando sabe a despedida!
Tic-tac-tic… Las oraciones yuxtapuestas se derretían sobre la pizarra y el boli “Bic” derrapaba en la curva de una uve minúscula. En mi mente, la mano de Luis Royo dibujaba a la mujer perfecta, y lo hacía de espaldas a mí, para que no me enamorara de los ojos de mi propia quimera. Sólo permanecía en mis retinas esa zona entre la nuca y los hombros, allí donde cabe exacto el cuenco de los besos. Nada más allá. ¡Qué triste parece la tinta cuando no sabe pintar sueños!
Tic-tac-tic… Nuestras pieles eran sinfonía de caballos sobre la playa. Galope de dedos traviesos, chapoteo de mares tormentosos, latir endemoniado de dos corazones como olas. “No hay nada que ver aquí”, tiranizaban mis párpados al paisaje, y me quedaba la piel para sentirla estremecerse bajo mi luna desastrada. El sudor llevaba en su sabor el susurro de sangre entrometida, las caricias que sobraban, los besos evadidos de la boca, el sentir de dos estatuas que temblaban. ¡Qué dulces parecen los besos de un orgasmo compartido!
Tic-tac-tic… En mi cama, abandonado al tiempo más caprichoso, desvencijado, envejeciendo, desnudo y erecto, los ojos cerrados al mundo, el corazón envuelto en papel de “Albal” y la puerta de la habitación oscilando entre la bruma y la tiniebla, recordaba cada luna que mis dedos se bebieron. No eran muchas. Descolgué de la pared una historia que me buscaba, y la tiré arrugada a la papelera para que no me persiguiera más. Así pude quedarme al amparo de un silencio disfrazado del rebramar de un reloj cojo de la manecilla de las horas.
Un reloj digital que, finalmente, me dejó dormir mientras repetía “Tic-tac-tic”.
“tii-tii-tii”.
13 dic 2007
Sopla el viento
Sopla el viento y no queda nadie,
un olvido desteñido se deprime en tonos sepia,
los bancos se desnudan quedamente,
y se demuestran fabricados de tiempo y de sal.
Las palomas acurrucan su vuelo
en el laberinto de hojas secas que el aire perfila,
emborrascando mis huellas
y pincelando con sus alas tu retrato.
Entre la ruina y el cierzo
amanezco yo por otra senda,
lejos ya del parque y del ahora.
Atrás, junto a un árbol,
sopla el viento y nadie queda.
Solamente las palomas y, sobre un banco,
uno de esos bancos de tiempo y de sal,
grabada esa palabra
que jamás quisiste oír.
un olvido desteñido se deprime en tonos sepia,
los bancos se desnudan quedamente,
y se demuestran fabricados de tiempo y de sal.
Las palomas acurrucan su vuelo
en el laberinto de hojas secas que el aire perfila,
emborrascando mis huellas
y pincelando con sus alas tu retrato.
Entre la ruina y el cierzo
amanezco yo por otra senda,
lejos ya del parque y del ahora.
Atrás, junto a un árbol,
sopla el viento y nadie queda.
Solamente las palomas y, sobre un banco,
uno de esos bancos de tiempo y de sal,
grabada esa palabra
que jamás quisiste oír.
5 dic 2007
Mi Barrio
Mi barrio tiene una luna amarga,
y un cascabel de flores en la esquina,
cuatro Quijotes, todos con su adarga,
y una frutería que vende clementinas.
Mi barrio tiene un Blasco Ibáñez,
un Sorolla, medio Calatrava,
el mensaje suburbano de las calles,
el mosaico que dejan las pisadas.
Tiene incluso campanarios que replican
soledades sempiternas de campanas,
y da vueltas cada noche al rey de picas
barajando su pasión republicana.
Mi barrio tiene bandera en los balcones,
una madre asomada a la ventana,
una calle que no pisan ni ladrones,
un portal abierto a la mañana.
Y callejas que retuercen el asfalto,
y una gota de sangre en las aceras,
y mil charcos disfrazados de cobalto
emulando al cielo en primavera.
Mi barrio tiene un misterio inexplicable,
cien camellos y ni un solo dromedario,
un horizonte de antenas y de cables,
mi barrio, (¡Ché, collons!) solamente es mi barrio.
y un cascabel de flores en la esquina,
cuatro Quijotes, todos con su adarga,
y una frutería que vende clementinas.
Mi barrio tiene un Blasco Ibáñez,
un Sorolla, medio Calatrava,
el mensaje suburbano de las calles,
el mosaico que dejan las pisadas.
Tiene incluso campanarios que replican
soledades sempiternas de campanas,
y da vueltas cada noche al rey de picas
barajando su pasión republicana.
Mi barrio tiene bandera en los balcones,
una madre asomada a la ventana,
una calle que no pisan ni ladrones,
un portal abierto a la mañana.
Y callejas que retuercen el asfalto,
y una gota de sangre en las aceras,
y mil charcos disfrazados de cobalto
emulando al cielo en primavera.
Mi barrio tiene un misterio inexplicable,
cien camellos y ni un solo dromedario,
un horizonte de antenas y de cables,
mi barrio, (¡Ché, collons!) solamente es mi barrio.
3 dic 2007
Bic
(Dedicado a ese olvidadísimo aliado del que escribe)
Bailas, instigas caminos
sobre el blanco asfixiante de hojas yermas,
oscilando vagamente entre tu sangre y mi luna,
entre tu idioma y mi voz.
Besas insospechadas cuartillas
y te alías con el humo caprichoso del cigarro,
repitiendo en sombra leve
su sendero en cada folio;
folios mojados de sueños,
páginas cansadas de ser papel.
Borrones inconclusos centellean
bajo tu trazo dulce y angosto,
difuminando adjetivos malabares,
los que me empeño en imponerte,
mientras te vistes de Palabra.
Bravo, infatigable carboncillo,
repleto de quimeras que no tengo,
o que nunca creí tener.
Si llegara el momento de sacarse el sombrero,
la mitad para cada uno.
Bailas, instigas caminos
sobre el blanco asfixiante de hojas yermas,
oscilando vagamente entre tu sangre y mi luna,
entre tu idioma y mi voz.
Besas insospechadas cuartillas
y te alías con el humo caprichoso del cigarro,
repitiendo en sombra leve
su sendero en cada folio;
folios mojados de sueños,
páginas cansadas de ser papel.
Borrones inconclusos centellean
bajo tu trazo dulce y angosto,
difuminando adjetivos malabares,
los que me empeño en imponerte,
mientras te vistes de Palabra.
Bravo, infatigable carboncillo,
repleto de quimeras que no tengo,
o que nunca creí tener.
Si llegara el momento de sacarse el sombrero,
la mitad para cada uno.
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