21 jun 2009

40 grados

La luna no es de plata toledana
y el sueño llena de ángeles el cielo,
repican a difunto en pleno duelo
mil sombras de espadañas sin campana.

Y en esta cama ajena a la mañana
se funde a medianoche sobre el suelo
mi cuerpo como un plástico de hielo
que olvida su agotada forma humana.

Oculto entre las mantas sin color
se pierde entre mis labios el reproche
del techo de mis versos incendiados,

que escriben en mi piel con el sudor
el vértice que me une con la noche
y marca en el reloj cuarenta grados.

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