Son las 5 de la mañana,
y por la calle de los gallos
las sombras compran soles de baratillo.
Son las 5 de la mañana,
5 en punto de la mañana,
y la acera se va llenando de manos que lloran,
despertándose levemente del sueño desgastado
de los adioses llenos de arena y de mar
por los cuatro horizontes.
5 de la mañana,
hora de cigarras y de hormigas,
de últimos y primeros,
de perros y gatos,
hora de aromas de oficina y perfumes de pachulí,
de inicios y fines,
hora del desgarro inalienable entre ayer y hoy.
Y a las 5 de la mañana,
desaparecen entre el humo de lo existente
una figura sin camino,
una palabra sin historia,
y otro día sin recuerdos.
1 comentario:
Me gustó mucho, mucho
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