Es demasiado pronto para ser temprano,
es demasiado tarde para ser ayer,
se han ido las flores que trajo el verano
suenan los relojes del amanecer...
Y mientras la luna se muere de frío,
van los albañiles a montar el sol,
y el ruido bastardo de un caer de anillos
rasga sin romper las notas de su voz...
Y canta la mañana de los grillos
en silencio sepulcral,
rebuscando en los bolsillos
alguna miga de pan
y saluda al tendedero
de la ropa sin secar
mientras cantan los Romero
soledades de verdad.
Que su voz es un lamento
como el viento al rebramar,
que el quejío del cemento
es esperpento y nada más.
Muere en callejón la cuesta del olvido,
caen en saco roto las sacas de pan
y el lento rugido de un dragón dormido
va lamiendo mierda por el alquitrán.
Los picos y las palas chocan con martillos,
construyen las escalas a la torre de Babel
y entre los hormigones emparedan grillos
que sueñan con canciones de Sabina y de Gardel.
Se esconden de la noche sol, arena y agua,
van cayendo las notas por un hueco de ascensor
remontan los sudores montículos de grava
a destajo de las horas de ningún despertador.
Y mientras cae la luna y encienden los faroles,
se apaga el tintineo de ébano y marfil
y canta el horizonte que augura otros soles
arias de cuero viejo en las pieles de albañil.
Y canta la mañana de los grillos
en silencio sepulcral,
rebuscando en los bolsillos
alguna miga de pan
y saluda al tendedero
de la ropa sin secar
mientras cantan los Romero
soledades de verdad.
Que su voz es un lamento
como el viento al rebramar,
que el quejío del cemento
es esperpento y nada más.
y en la piel encallecida
de unas manos de hormigón
se cincelan las heridas
de estas almas de carbón.
y soplando a dos carrillos
rezumando de sudor,
cantan otra vez los grillos
la mañana que ya es hoy.