18 jul 2020

Mi maldición


Tiembla el alma que se aferra
al terco y negro cañón mudo
y quedan las alas caídas y encerradas
disimuladas en el manto invernal
hechas nada y desde la nada
en el páramo blanco del silencio.

Hubiera jurado que tenía en el pecho
los gritos de mil generaciones sin consuelo,
el estruendo que hacen al romperse las entrañas,
y una maldición en mil idiomas
que desmontaría el mundo en piezas.

Pero solo tengo un ruido blanco
y un cañón desarmado.

Busco a zarpazos bajo la piel
aunque sea un chillido de dolor.
Pero esta soledad espantosa
solo me ha dejado un vacío,
un negro vacío,
incapaz de lograr la diferencia
en el blanco invierno de mis sueños.

Supiste siempre que te necesito
que siempre escribí con trazos negros mis letras rojas,
y que el blanco puro era mi rival.

Te preciso, negra, impura,
impulsiva e imperfecta,
como lo eran mis manos y mi alma
estando contigo.

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