Lo nuestro era solo físico.
Perdíamos el tiempo
y acabábamos sin saber
en qué lugar estábamos.
Era algo filosófico,
que empezó con un por qué
y al final nada tenía sentido.
Era mágico,
porque uno de los dos desaparecía
cada vez que cruzábamos la puerta.
Era matemático,
porque cada vez que nos sumábamos,
potenciábamos nuestras divisiones.
Era religioso
porque era imposible
pero era nuestro.
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