Soy de esos.
De los oprimidos,
de los castigados,
de los flagelados.
Siempre lo fui.
Nací con una bota sobre el cuello
y cuando las lágrimas me nacían a un metro del suelo
soñaba con librarme de ella,
de ese peso que lastraba mis alas
y hundía en el barro mis pies;
quería volar como el resto.
Hasta que me puse mis gafas de tinta,
con olor a libro viejo,
y vi.
Vi que esa bota era solo una más,
tan común como el mismo aire,
perdida en un océano de suelas y nucas.
Por eso,
siempre seré de cuellos y no de botas.
Uno más de esos.
De los humillados.
De los pisoteados.
De los olvidados.
Por eso, aunque los relojes me desamparen,
seguiré siendo el niño lloroso,
el de los pies sucios,
el de las alas cortadas...
Y por eso, siempre,
condenaré las huellas
y curaré las pieles.
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