Memorias de Ámsterdam
¿Y si abrimos las alas
y nos abrimos al tiempo
a un mundo infinito?
Si dejamos atrás lo que somos
tal vez el viaje merezca la pena.
Ya sé que nunca seré el mismo;
cambio como las horas,
como las luces,
como el sol de sitio.
Pero aquí,
rodeado por las tres partes del alma
seguiré siendo yo
en lo más profundo de los pozos
y lo más alto de los cielos.
Antes me seducía todo el recorrido de algún modo,
ahora mismo solo tengo este río discurriendo ante mí,
ajeno, maléfico, santo, tétrico, etéreo, redundante, desconocido, abúlico y mordaz.
Y me siento bien.
Volando.
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