El temor de un verso plagiado del espejo
araña las esquinas descuadradas de mi sueño,
y queda el sollozo encarnecido
y el silencio,
siempre el silencio.
Hace mucho tiempo que mis manos son de alquitrán y vodka
y no encuentran el camino de vuelta de mis noches largas
para escribir una sombra más alta que la otra.
Tanto tiempo ya
que ni recuerdo cuántas de las veintisiete
se escapaban del renglón
o tenían un alma propia.
Dicen que tengo una poesía
(otra más...) (quizá mejor...)
escondida en el rabillo del ojo.
Será verdad.
Porque las voces que me acechan cada noche
me juran que ellas nunca mienten.
Entretanto mi vida sigue siendo
un inmarcesible trajinar de persianas de cartón,
puertas sin cerrar,
y ventantas con vistas al pasado.
Un círculo abúlico y cansino,
es decir:
El mismo verso indescifrable
mil veces repetido.
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