Ante el jurado implacable de mis sueños
amanezco, inmortal y engrilletado.
El dedo feroz que me señala
busca incólume el cadáver de mis musas,
pero aún me laten lentamente.
Las siento en el final de mis oídos
Si tan solo se me permitiera regresar
al invierno en que quedaron encerradas
tras barrotes construidos con saetas
de un reloj de cuco desalmado...
Pero este estrado es de arenas movedizas
y el peso del acero en mis tobillos
me arrastra, me desuella y me envilece.
Mis musas callan, pero lloran
mis musas lloran, pero callan.
Y es en este silencio inconmensurable
donde voy perdiendo lo que soy.
Si despierto, tal vez caiga en la cuenta
que no estoy sobre arenas movedizas
que soy yo quien está hecho de arenas
que se mueven lentamente hacia el olvido.
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