Hay del imperio austro-húngaro a Valencia
caminos donde van republicanos
cogiendo de naranjos y manzanos
las frutas de aquel árbol de la ciencia
que nos plantó con su humilde presencia,
un viejo que prendió en nuestras manos
la guerra antigua, moros y cristianos,
Señor, perdónele la impertinencia.
Después de tanto tiempo bajo el yugo,
las sombras de su cine tan canalla,
aún siguen con un as bajo la manga.
No pudo ni escaparse del verdugo,
¿Qué va a ser de nuestra gran pantalla
sin luces, sin Buñuel y sin Berlanga?
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