Bajo el vendaval valiente
las sombras se arrinconan sin mirarse,
y la torpe ciudad amanece
entre los pechos amargos de la tierra.
La infame soledad de las farolas,
como testigos impertérritos de algún crimen esclarecedor,
resiste el atacar desesperado
de esas noticias obsolescentes
que una vez tuvieron forma
de hoja de periódico leve,
tinta y fracaso,
ganas de arder...
Tan sólo son retazos de huracán,
plumas que se desentendieron
sin saber muy bien por qué
y,
tal vez,
un pétalo arrancado de alguna libertad prodigiosa
que jamás dejará de ser el cadáver derrotado
de lo que pudo haber sido.
Sopla el viento pero mi cuerpo vacío
no condensa gotas de agua
ni recibe una sola brizna de aire puro.
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