La noche sangra a veces cuando escribo
y me hunde en un infierno de horas bajas,
cubriendo mis poemas con mortajas
que aprenden a herir en superlativo.
Se me envenena el verso sin motivo,
y el mismo corte que corta barajas
repite en mí ese baile de navajas.
Mas sigo vivo, herido pero vivo.
Me inunda el pecho la sangre gastada,
retumba un grito que se queda en nada,
y cada línea se convierte en reto.
Me venzo sobre el folio sin protesta
y el último suspiro que me resta,
lo gasto en acabar este soneto.
1 comentario:
Si corta el corte que hacen las barajas,
igual corta el silencio, el abandono.
Las letras viven huérfanas de trono,
si no las mimas y las agasajas.
Tal vez sembrar un verso en horas bajas,
en un erial estéril, sin abono,
es todo lo que hago cuando entono
sonetos construídos con migajas.
Las ganas de escribir están maltrechas,
destiérrame, condename a galeras,
mas no dejes mis versos incompletos.
En fin, si mi silencio abrió una brecha,
acepta mi disculpa sonetera,
con otro nuevo y último soneto.
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