No hay un hueco en mis entrañas
que desgarre el manifiesto
de quedarse con lo puesto
tras luchar contra alimañas,
Sacudiendo las legañas
de esta vida insoportable
me encontré con el culpable
de no andar nunca tan lejos;
Me aguardaba en los espejos
con su mueca miserable.
Me disuelvo en cada esquina
de las tristes callejuelas
y a la altura de mis suelas
queda el blues que me asesina.
Todos corren la cortina
y se escudan del futuro
escondiéndose en lo oscuro
del batir de esas persianas
que protegen las ventanas
de esta lluvia de cianuro.
Y ahora que me quedo a solas,
presumiendo de ser nadie
sin estrella que me irradie
bajo el sol de las farolas,
el sonido de las olas
me hallará desnudo y frío
en la orilla de este río
de estricnina y de vitriolo.
Otra vez me quedo solo,
triste, inútil, gris, vacío.
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