Cada noche, el viento,
baja de las montañas abrazado a las caricias
que recoge entre las hojas de los sauces,
Y las deja suavemente por el cielo
que va de tu ventana hasta la mía.
Pero nunca llega una
a mi cuerpo tan desnudo
como el hueco que has dejado entre las sombras.
Cada noche, el viento,
amarillea los narcisos de la fuente
abierta a tu reflejo y a la escarcha,
congelando dos lágrimas de agua
en la eterna nostalgia de tus dedos.
Continúa con su vuelo de corales
y al pasar ante el balcón que yo te he abierto
convierte mi desnudez en arenisca
desgranándola en la orilla de la playa
reservando solo un grano para tus labios.
Cada noche, el viento,
batalla contra mi cuerpo y nunca gano.
Será que las estrellas
me recuerdan a tus ojos.
1 comentario:
Después de tanto tiempo es un gustazo ver que mantienes esto vivo y que sigues avanzando, este poema es realmente bueno..., ya te dije hace tiempo que te iría bien atreviéndote con el verso libre. (Quién sabe, quizás hasta hayas hojeado a Cernuda).
Un abrazo J. y hasta pronto.
Publicar un comentario