décimas endecasílabas para celebrar que llego a la nada desdeñable cifra de 100 entradas (ahí es nada)
Cien contadas locuras transitorias,
a mí que me bastaba el aprender
a escribir en espaldas de mujer
me he enganchado a inventar cientos de historias,
confundiendo derrotas y victorias
con mentiras piadosas y no tanto
espantando a los miedos y al espanto
con las teclas hundidas bajo un dedo
y un buen corte de mangas al "no puedo"
emperrado en cantar lo que yo canto.
¿Quién me iba a contar, cuando empezaba,
que este junta-palabras llegaría
a las cien (y son pocas todavía)
paranoias colgadas de la aldaba?
y aún me queda ilusión y mala baba
para estar otro siglo con mi pluma
si esta musa cabrita no se esfuma
y seguir con mi sello diferente,
tan igual, tan oscuro, ¿deprimente?
y ya estamos con que la abuela fuma.
Sólo escribo lo que dejan las musas
unas rimas sabor a mil mujeres
media sombra entre lunas rosicleres
risas para espolsarme las pelusas
de un mal ritmo entre cuatro semifusas
que retumba en los picos de mi cama.
Si se tinta de un tono casi Obama
es que busco ensanchar la alegoría
(vertical, ocho letras, poesía)
de un "te quiero", maldito crucigrama.
El andar que jalonan mis deseos
se abre paso en jardín exuberante,
por las huellas que restan por delante
han valido estos pobres balbuceos
inventando con ecos y jadeos
las estrofas de un libro de bolsillo
que construye los muros de un castillo
golpe a golpe, hoja a hoja, gota a gota,
si desconcha paredes la derrota
me hago un verso con polvo de ladrillo.
Seguiré con mi hacer, lápiz en mano,
estrayendo oro y plomo de su mina,
tan Machado, tan Bécquer, tan Sabina,
como siempre, pero ahora más Soriano.
Y tal vez, un domingo de verano
al echar hacia atrás una mirada
dé por buena la senda transitada
y jurando ser fiel a mis principios
voy a ir dándole fin ya a estos ripios;
sólo haré medio verso por entrada.
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