Ha explotado el sol.
los sabios se miran incrédulos
y dos niños los señalan burlones
porque solo ellos lo sabían.
Ya viene la noche eterna,
noche graciosa de los gatos negros
y los gallos silenciados,
donde los miedosos respirarán tranquilos
porque ya no existen sombras.
Vienen los días de la luna,
las horas sin fin bajo la belleza de las estrellas
en un cielo que no duele mirar,
que ya no quema,
ni se agrisa,
ni decepciona.
Llegan los mares en calma
y los políticos y generales
se agitan angustiados en sus poltronas;
ya no pueden ondear el terror
ni alicatar sus prebendas bajo las fobias
de una gente que para conocer a su vecino
no podrá mirarle la cara
y tendrá que escuchar su voz.
Curas, rabinos y mulás
abandonan silenciosamente los templos porque saben
que sus inventos y soflamas,
sus sermones y diatribas,
solo encontrarán un "deje usted su mensaje".
La señal ya ha sido enviada.
Dios sopló la vela y se echó a dormir.
Ha explotado el sol,
y la humanidad despierta a oscuras
de la terrible pesadilla de la luz.
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