Por oscuras callejuelas
entre mil ojos de gato
va el bufón sin la sonrisa
que ha perdido con los años.
Se apagó la carcajada,
los relojes se callaron,
ahora ya tan solo escucha
el sonido de sus pasos
torpes como han de serlo
con zapatos de payaso.
Llora lágrimas de tinta
y recorre cada barrio
con un hueco en las entrañas
y otro más en el estómago.
¡Negra ciudad de la risa
que has reído y has llorado!
¡Niña, qué pronto te olvidas
de los que te levantaron!
¡Tú que quisiste a los niños,
poco quieres a tus vástagos!
Hasta los ramos de flores
sin olor se marchitaron,
acabaron las funciones
de antes y después del gallo.
Se emborronan sus recuerdos,
hubo niños, hubo ancianos,
hubo niñas y mujeres
que aplaudían a dos manos
y reían, y reían
olvidando sus trabajos,
sus achaques, sus temores,
sus amores rechazados.
Y él reía, y él reía,
con el mundo entre los brazos,
cabrioleando entre las lunas
de sus ojos inundados
hasta que la última broma
a él se la hizo el mundo amargo
¡Negra ciudad de la risa
que has reído y has llorado!
¡Niña, qué pronto te olvidas
de los que te levantaron!
¡Tú que quisiste a los niños,
poco quieres a tus vástagos!
Atraviesa callejones
esquivando su pasado
alejándose a sabiendas
de su circo abandonado
donde ya tan solo habitan
telarañas de su llanto
y un rumor enfebrecido,
mentiroso y acallado.
Se detiene sobre el puente
entre la ciudad y el campo
sin saber qué hay adelante
mas sabiendo qué ha dejado,
se encarama como puede
desde el suelo a lo más alto
y comienza su función
con los párpados cerrados.
y al dejarse caer libre
le florece entre los labios
la sonrisa aletargada
que tanto tiempo ha guardado.
Y se ríe, y se ríe
mientras se hunde en los aplausos
¡Negra ciudad de la risa
que has reído y has llorado!
¡Niña, qué pronto te olvidas
de los que te levantaron!
¡Tú que quisiste a los niños,
poco quieres a tus vástagos!
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