No sabía que el tiempo ardía
y que quemaba las esquinas de las fotos
que me escupen lo que fui.
Sombras del pasado que no cierran heridas
ni abren los bares
en los que me emborracho de neón
y pierdo la cartera y los olvidos.
No hay lugar donde esconderme de sus ojos,
pinté mis huellas con sangre de Abel en el anverso,
y ella lo sabe bien.
Quizás venga una mentira a quemarla
con sus saetas ardientes.
No me queda más remedio
que huir del fuego
y seguir evitando
mirar lo que intento no ver.
No reniego de mis pisadas,
pero el camino sól existe hacia delante.
Atrás están las sombras,
las mentiras,
las tristezas,
los recuerdos,
las lágrimas,
los relojes,
la niñez,
y las fotos.
Sobre todo las fotografías.
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