Eras mi amiga,
cuando me apuñalabas por la espalda
para escribir con mi sangre tus poemas.
Eras mi amiga,
cuando me dejabas ciego
al borde de un abismo de alma impura.
Eras mi amiga
cuando rompías el sol a cañonazos
y vertías a pedradas un silencio
de noche y soledad.
Pero hoy te desnudas en mi cama,
me buscas con labios ensangrentados,
sonriéndome paciente desde la cama.
Eras mi amiga,
pero hoy que me hundo en tus entrañas,
que me pierdo en la maraña de tu pubis,
olvidándome lo que fuimos,
comprendo,
entiendo,
sé...
que sólo eras mi enemiga.
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