Me embriagué de salfumán
revestido de neón,
para verme,
arrojándome al volcán
donde guardo un corazón
que no duerme.
Pero que al latir me duele
y echa sal en cada herida
de mi pecho.
Con aullidos de chuquele
a una luna envejecida,
que ha deshecho
las quimeras que bordaba
a una boca sin aliento
que respira
cada beso que me daba
construyendo un sentimiento
que es mentira.
Nada más quedan sus ropas
y mis noches de Orfidal
sin mis días,
rodeadas por las copas
de derrota y de cristal,
tan vacías.
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