Tus días en celo
y mis noches en vilo
bailan un tango con la madrugada.
Llena mi cuerpo de un aire caliente,
cargado de palabras de amor
y colores pastel,
y duérmete desnuda de nuevo,
antes de que cuente tres.
Rómpeme sin llegar a nada,
y deja que la noche compre sombras
en las esquinas más animales,
donde la ciudad comienza a respirar
y a tragarse derrotas.
Las estatuas ecuestres saldrán cabalagando
y antes de que cuente tres
habrás desaparecido a través de mi espejos,
montada en un Babieca nocturno
porque mis sábanas tristes
no cantan en azul.
Cubriré de pétalos los relojes,
a dos y cincuenta y siete de la nada,
y te habrás vestido de noche,
dejándome solo,
antes de que cuente tres.
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