No intentes esconder tras la cortina
las brasas de este amor tan sin aliento
es hora de impartir al sentimiento
los lunes del después y su doctrina.
Dejé un verso agrietado en cada esquina
del tiempo que duró nuestro lamento,
dejemos que se pierdan en el viento
perfumes de Chanel y nicotina.
Muñecas de cristal y ojos vacíos
cansadas de ver tus noches mojadas
quizás nunca se acuerden de mis sueños.
Mas saben que en la orilla de los ríos,
tus ropas y las mías, abrazadas,
aún cantan soledades por sus dueños.
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