De nuevo a golpes contra un dios de dos cabezas,
la sangre que gotea del calendario
no es más que el zumo de las horas
que he ido perdiendo entre los dedos.
Un año más sin alas, sin rayos, sin fuerzas,
condenado a ser un simple humano,
dejando que cada minuto envejezca
los sueño malheridos
que escondía, en cada amanecer,
bajo la almohada.
Un año más
para que los tréboles se marchiten
y la primavera retroceda.
Un año más
sin que las heridas cicatricen
ni las caricias encuentren hueco
entre las arrugas prematuras de mi piel.
Un año más de marcadores en contra
y horas aplastadas bajo el mármol
veteado de la incompetencia.
Las palabras calladas y los segundos malgastados
se encostran en las zanjas de mi venas.
Un año más,
de sueños escondidos e incapaces,
de ser un humano como cualquier otro.
Empieza entre sombras y anacardos
un año más.
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